Balas y caricias

Hay momentos de la historia, individual y colectiva, en los que solo la hipérbole, la intencionada desmesura, se convierte, paradójicamente, en el espejo fidedigno de esas situaciones desquiciadas a las que, de vez en cuando, están sujetos los seres humanos bajo las órdenes repentinas de un azar impensable y traicionero.

La guerra, esa realidad destronada por el sinsentido, siempre arrastra consigo esas circunstancias desproporcionadas que obligan a tener que reinventarse en cada momento una nueva supervivencia, una nueva vida en la que ya no existen las mismas agarraderas de la lógica ni las firmes clavijas de la razón o de los ideales, ni siquiera de esas compactas creencias que hasta ese preciso instante se mantenían como sólidos andamiajes de una existencia más o menos llevadera. Reflejar esa nueva realidad, repleta de avatares desmedidos, con las suficientes dosis, a su vez, de humor y autocrítica, y con la amenidad propia del esperpento es lo que José González se atreve a hacer en estas páginas. Páginas abiertas no a una, sino a múltiples historias, en las que incluso la jocosidad de la parodia o las crudas desgracias de la tragedia para poder ser comprendidas en su justa medida se elevan una vuelta de tuerca más hasta la altura del «disparate» en su mejor tradición goyesca —por sus múltiples lecturas, por su desgarrada acidez y su ternura—, y se transforman en una deleitosa ficción, ficción que da que pensar.

Esta es, en suma, la aventura-desventura forzosa a la que se ven expuestos los personajes de esta novela, ambientada en plena guerra civil española, impelidos a redescubrirse a sí mismos, con sus reafirmaciones y sus renuncias, en medio de la locura de un conflicto en el que apenas nadie mantiene incólume su propia imagen y que viene a mostrar con un cuidado y alegórico lenguaje de tragicomedia la frágil y descarnada condición humana en unas circunstancias tan singulares como adversas.