Conocí a Namaa Tuval de forma casual y extraña. Salíamos de ver una película en la que estábamos solas en la sala. La película no viene al caso, pero nos saludamos e iniciamos una conversación. No sé cómo, pero acabamos hablando de simbologÍa, arcanos, y tradiciones ancestrales, temas que nos apasionaban. Le conté mi afición por el estudio de las leyendas, y ella me respondió que, más que estudiosa, se consideraba “escuchadora”. Le pregunté qué quería decir y me contestó que “unos las estudian y otros las escuchamos”. Sonreí y lo dejé así. Nos despedimos intercambiando direcciones de correo y quedando en vernos en otra ocasión. Dos años después recibí un email suyo: “Querida Mara: El escuchar, el buscar, te llena de preguntas, y escribir, novelar, es una manera de encontrar respuestas. Son las propias palabras —el mayor de los arcanos—las que buscan el camino que, desde el puro aire de la idea, de la imaginación, las transforman en ese sólido tangible que se hace presente a nuestros sentidos. Espero que te guste el adjunto”. El adjunto era el manuscrito de la primera novela de la saga. Así conocí a los herederos y guardianes de una lengua sagrada, la lengua de los pájaros, y empecé a aprender a escuchar.
Mara Nefill
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