Jesús de la Palma (Granada, 1975) nació viejo y preocupado, aislado del mundo, ensimismado con su ombligo. De chico quería ser cura, pero a mitad de camino se perdió y se cayó a un canalillo y ya no quiso salir nunca más. Estudió en la universidad una carrera sin importancia, además de un máster en Hipocresía, Eufemística y Pesimismo. Trabaja de censor en su propio cerebro, el cual solo le funciona a medias. Es amable, aunque un poco raro, así que no tiene amigos, y apenas conocidos, y si te ve por la calle, seguramente mire hacia otro lado. Sueña con la jubilación y le gusta el coñac, echarse algún cigarrillo que otro y salir cada tarde con su mujer a merendar café y tostada.